Columna de análisis crítico

miércoles, 12 de agosto de 2009

Identidad

Los partidos políticos, en todo el mundo, han sido clasificados desde diversas ópticas. Una de ellas es la que tiene que ver con la conformación del conglomerado de militantes que lo integran.
Así de esta forma, algunos partidos son considerados de cuadros y otros de masas. Los primeros, de acuerdo al diccionario electoral publicado por el Instituto Nacional de Estudios Políticos AC, INEP por sus siglas, descansa principalmente sobre personalidades notables, cuyo prestigio sirve para garantizar a los candidatos que presenta a los electores.
Este tipo de partidos se sostienen económicamente con aportaciones de grandes donadores.
El tipo opuesto al partido de cuadros es el de masas. Conforme al mismo diccionario, éstos dependen de la participación activa de su base amplia, donde descansa su fuerza electoral y financiera.
Desde este punto de vista, podría señalarse que los partidos de cuadros son excluyentes, hasta cierto punto de vista elitista, por cuanto hay un grupo reducido que busca el poder a través de pedir el voto al electorado abierto; por el contrario, podría pensarse que los partidos de masas son partidos más abiertos, democráticos e incluyentes.
Por ese motivo, no descubre el hilo negro el consejero panista José Luis Coindreau, presidente de la Comisión de Reflexión y Análisis del Resultado Electoral 2008, cuando afirma que el PAN poco a poco se hizo excluyente, y que esto habría contribuido a los magros resultados del 5 de julio.
El Partido Acción Nacional fue diseñado como un partido que pudiera considerrse excluyente: un partido de cuadros, bajo un procedimiento riguroso de admisión de socios y una serie de requisitos permanentes para conservar la militancia, entre ellos, el pago de cuotas, capacitación, etcétera.
Pero además, los reglamentos interiores implicaban una serie de restricciones, que en no pocos casos derivaron en la expulsión de quienes osaron violarlos, entre ellos, la discreción de las desavenencias y problemas internos.
Lo que Coindreau plantea no implica una simple modificación estatutaria del PAN, sino una refundación de un principio elemental y toral del panismo, su constitución como el único partido de cuadros en México, desde el punto de vista formal y material.
Lo que no resulta claro, es como se logrará esta modificación esencial del PAN, sin que éste pierda identidad: esto es, como abrirse a la sociedad, convirtiéndose en un partido de masas, sin flexibilizar la ideología albiazul, con el consecuente riesgo de caer en su deterioro y posterior perdida, en relación con sus principios fundacionales.
Será César Nava en su calidad de dirigente albiazul quien tenga que dar respuesta a esta interrogante. Lo ideal es un equilibrio que evite partidos excluyentes de cuadros, pero que tampoco propicie partidos populistas y demagógicos de masas.