Resulta una verdad jurídica que los partidos políticos constituyen el mecanismo por medio del cual se realiza de manera permanente y periódica la transición en el poder público en nuestro país.
Sin embargo, es cierto también que no todos los partidos pueden gobernar al mismo tiempo, y que los más deben permanecer en la oposición con una presencia en diversos órganos colegiados de gobierno, como es el caso de los cabildos, las legislaturas estatales y el mismo Congreso de la Unión, como decisión del pueblo elector.
Incluso, como ocurre actualmente, puede darse el caso que los signos partidistas de gobierno sean distintos en el ámbito federal, estatal y municipal, con lo cual evidentemente se complica –cuando no debiera- la gobernabilidad y la relación institucional de los diversos órdenes.
Por ese motivo toma relevancia el discurso del gobernador César Duarte al tomar protesta a la nueva directiva en Chihuahua de la Fundación Luis Donaldo Colosio, responsable de elaborar la plataforma electoral del revolucionario institucional rumbo al 2012, con Marcelo González Tachiquin a la cabeza.
Dice el mandatario que el PRI ha decidido -al convertirse en oposición en los diversos momentos recientes- asumir una posición responsable e institucional.
La vida partidista reciente del país esta moteada de excesos en el ejercicio del poder por parte de los partidos opositores, con grandes afectaciones a la comunidad, como el plantón en Reforma que paralizó la capital del país.
En una democracia, ¿Cuál debe ser la conducta de los partidos de oposición? ¿Cuáles son los límites de su actuación: entre la posición legítima contraria al partido hecho gobierno y cual es una posición irresponsable?
La responsabilidad en el gobierno implica poner atención en lo que se hace, cuidar la actuación y las decisiones, hacerlo razonablemente.
Una oposición que asume decisiones de acuerdo a planteamientos, ideas o propuestas, que debata a profundidad, y que se aleje de la simple negativa de apoyar acciones que provienen de la propuesta del contrario.
La argumentación debe constituir el sustento de las ideas y del debate de estas, en busca de la consolidación del sistema de gobierno en beneficio de la comunidad, con una visión institucional: que fortalezca las instituciones, las desarrolle, las perfeccione, alejados de la diatriba y la fácil descalificación.
Una oposición que, siendo responsable e institucional, co-gobierna, y que no siéndolo, abona al estado de incertidumbre e ingobernabilidad, que contrario a fortalecer la vida democrática, la socava porque alienta posiciones del todo o nada, polarizando en sus extremos a la comunidad, como ya ha ocurrido recientemente.