Columna de análisis crítico

lunes, 19 de diciembre de 2016

Tolerancia a la crítica


Es urgente que se reúna la Comisión Amplia de Trabajo para dar seguimiento al Sistema Integral de Protección a Periodistas. El caso del compañero Adrian Rodriguez y la implementación de acciones no admiten demoras.

La tolerancia a la crítica es un elemento indispensable entre las personas, más aún cuando se desempeña un cargo de carácter público o privado. Gracias a esa característica personal es posible convivir en sociedad y, por el contrario, sin ella, es imposible la vida en colectividad.

De esta forma las personas, al escuchar, tienen la oportunidad de mejorar, si es que la crítica les parece -o es asertiva- o bien, si no lo es, al menos se enriquecieron al darse cuenta que no todos piensan como ellos: se percataron de que el camino marcado por ellos no es el único a seguir, y que hay personas que los consideran equivocados. Se podría decir que la crítica es una especie de benchmarking, y gratuito.

Si entre las personas, la tolerancia a la crítica permite las relaciones sociales, es entonces de mayor relevancia que se practique por parte de quien ocupa un puesto de dirección y mando, precisamente por ello, por el liderazgo que ejercen.

Ese liderazgo implica autoridad, de derecho o de hecho, basada en una legitimidad democrática o económica: un gobernante y un empresario gozan de una circunstancia de autoridad, distinta, obvio, pero ambos están del otro lado del mostrador, uno con recursos públicos y el otro con recursos privados.

El cliente es el mismo ciudadano que acude a la instancia pública o privada en busca de un servicio, y el tendero debe esmerarse en la atención, aún cuando el cliente sea crítico o manifieste su desacuerdo con el producto.

Es cierto. La responsabilidad del gobernante es mayor, porque goza de un poder jurídico, el poder del Estado, la fuerza pública: la coacción.

Tiene una ubicación de supra-a-subordinación en relación con los particulares: está en la cúspide del poder jerárquicamente hablando: el particular y la autoridad no son iguales, son desiguales.

Por ello, la autoridad está éticamente obligada a una mayor tolerancia en su relación con la crítica emitida por los particulares, que investidos por la libre expresión de las ideas, señalan deficiencias, con razón o sin razón, con exceso o sin exceso, con intereses o sin ellos: la libre expresión exige -y necesita para su propia sobrevivencia- ese respeto por parte de la autoridad.

Para ser político se requiere tener algo de paquidermo: sus orejas grandes para escuchar, su cola corta para que no se la pisen y su piel gruesa para soportar la crítica. Ese es el dicho popular, y en él existe mucha razón.

Por ello, la política de comunicación social de la autoridad pública debe ser en principio profundamente tolerante y atender el principio del máximo y más amplio respeto a la libertad de expresión, aún cuando se piense vulnerado el principio consagrado por el sexto y séptimo constitucional relativo a la vida privada del servidor público, por que su cargo otorgado por el pueblo le exige esa conducta y no otra.

El periodismo crítico como valuarte de la libre expresión es un elemento indispensable para la vida democrática. La autoridad no solo debe tolerarlo, sino que tiene obligación de impulsarlo, por sus beneficios como controlador de los excesos del poder, tentación permanente del gobernante y sus sus subordinados.

Por ello, una política de comunicación social contestataria per se, constituye un error en un Estado democrático. Devolver golpe por golpe mediático distrae a la administración de sus fines primordiales, ubicándolo en un contexto estrictamente político: la lucha por el poder, descuidando el servicio público, y significándose por un carácter intolerante.

Una política de comunicación social responsable comunica imagen, logros, pero sobre todo, posibilita la prestación de servicios públicos eficientes: es tolerante en la crítica: entiende que por su posición jerárquica debe soportarla: rinde cuentas y es transparente: gana espacios de comunicación virtud esa tolerancia y acude a ellos de manera natural: evita la coacción hasta en el lenguaje, por que es profundamente democrático.

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