Columna de análisis crítico

martes, 11 de agosto de 2015

Alto riesgo

Es cierto. No todos los delitos cometidos contra periodistas tienen que ver con violaciones a la libre expresión de las ideas y el derecho a la información.

Los periodistas somos ciudadanos que desarrollamos diversas funciones como padres de familia, trabajadores, profesionistas, etcétera. Es decir, estamos vinculados socialmente con el resto de los ciudadanos que conformamos sociedad.

Al estar vinculados con el sistema social, corremos los mismos riesgos que cualquier persona de sufrir en carne propia la comisión de un delito o padecer un accidente. Por ello nuestras casas pueden ser robadas, o en cualquier momento, de acuerdo a la estadística, podemos sufrir el hurto de nuestro vehículo.

Estos incidentes ocurren todos los días en nuestra sociedad, y los padecen cientos de personas, por el simple hecho de estar en el lugar y el momento equivocado. No lo sufren por su condición profesional. No hay una causa efecto.

Sin embargo, hay profesiones que por si mismas aumentan el riesgo. El periodista por su ejercicio profesional tiene horarios de riesgo, viaja mucho, convive con muchas personas, y, por la naturaleza de su actividad, tiene que ver con actividades de riesgo, vinculadas a sus mismas fuentes de información: policía, política y economía. La cobertura informativa implica navegar entre intereses encontrados, y muchas veces confrontados. Eso aumenta el riesgo.

Los horarios de trabajo del periodista la hacen una actividad con mayor riesgo. El área geográfica de cobertura también aumenta la posibilidad de sufrir alguna consecuencia por su actividad, viaja mucho y a lugares que el común de las personas no acude. Eso es lo que hace interesante la noticia o el tema cubierto. Por ello, por si mismo, el periodismo es sinónimo de riesgo.

El lector lo sabe. Huele el riesgo cuando escucha, observa o lee la información. Ese contenido interesante, inédito, atrevido, retador o confrontador, hace de la información un algo de interés. Por ello la busca, la escucha, la ve o la lee, porque la noticia generada por el periodista, para ser auténtica noticia, atrae.

Por eso el periodismo esta considerado como una actividad de gran riesgo. Y dada la utilidad que le aporta al sistema de pesos y contrapesos de una sociedad democrática, y porque se le considera, dentro de las libertades, una de las más caras y anheladas, se ha legislado para protegerla, desde el ámbito constitucional –Artículos sexto y séptimo- hasta el convencional –Declaración universal de los derechos humanos (Artículo 19) y Convención americana de los derechos humanos (Artículo 13).

En este contexto, cuando se agrede a un periodista, se agrede a una de las más importantes libertades. Y ante ello se levanta la voz para exigir su respeto. Las investigaciones deben deslindar responsabilidades y determinar si estamos frente a una afrenta a la libre expresión de las ideas o el derecho a la información, o bien, frente a un delito que nada tiene que ver con estas circunstancias. Pero debe ser con base en una investigación seria y profunda, transparente, que agote todas las líneas de investigación, nunca sobre las rodillas, a priori o a contentillo del interés político.

Esto es así porque desde el poder formal y fáctico siempre existe la probabilidad de que se busque realizar acciones ocultas para coartar la libertad de expresión, con intereses de muy distinta índole. Y porque existe esa posibilidad, la autoridad esta obligada a investigar hasta el último rincón para proteger el ejercicio periodístico.

Por ello es correcto que la indagatoria por el homicidio del foto-reportero Rubén Espinosa se extienda hasta Veracruz y que la máxima autoridad de dicha entidad, el gobernador Javier Duarte, comparezca ante el Ministerio Público en el Distrito Federal, en una línea de investigación que no debe ser descartada, por la acumulación de acusaciones sobre violaciones a la libre expresión y ataques a derecho-humanistas, que no deben quedar impunes.