Columna de análisis crítico

lunes, 7 de mayo de 2012

Un árbitro descuidado

Desafortunado el Instituto Federal Electoral en la organización del primer debate presidencial. No solo fue la presencia de la playmate mexicana, sino una organización previa, durante y posterior, lamentable. Fue escasa la difusión de los canales por los cuales se difundiría el debate. La atención del IFE y de la clase política se dio en torno a la decisión legal de Televisión Azteca de negarse a difundir por sus canales estelares, en lugar de realizar una profusa campaña para ubicar el horario y los canales de televisión y estaciones de radio. Esta ausencia de comunicación provocó, sin duda, una baja en la audiencia de la discusión política de los candidatos a la presidencia de la república, inexplicable si se toma en cuenta que el IFE dispone de una cantidad importante de espacio para posicionar el debate: esto es, por un lado se acusó a Televisión Azteca de asumir una posición contraria a la democracia, mientras desde el órgano electoral la difusión prevía fue escasa, sino nula. El IFE se limitó a señalar que las estaciones y canales de radio y televisión serían dados a conocer a través de la página web. Durante el debate, los canales de televisión tuvieron la posibilidad de interpretar en el momento las participaciones de los candidatos. Este hecho, sin duda, merece un estudio aparte, porque al colocarse cintillas anotando –desde una visión periodística respetable sin duda- se orienta al televidente en la interpretación de los contenidos. Lo ideal es que la señal hubiese sido respetada íntegramente, sin ningún tipo de producción desde las casas televisoras, con excepción de un logotipo discreto que identificara al canal. Adicionalmente, durante el debate hay varios detalles: una conductora que hace las veces de moderadora y que apuradamente tiene que tomar las preguntas, depositadas en papelitos, significa un riesgo innecesario, en donde una distracción pudo haber provocado error, con las consecuencias irreparables que eso significa, como ocurrió con Andrés Manuel cuando coloca de cabeza una foto; por cierto, una moderadora que se limitó a leer las preguntas y dar el orden de participación, sin reordenar el debate de quienes olímpicamente ignoraron los cuestionamientos, como ocurrió con el Peje: otro, la edecán, ex portada de Playboy, deja manifiesta la poca seriedad en la producción del debate de parte del mismo Instituto Federal Electoral, en una visión sexista, denigrante, pero atractiva al respetable, un destello para prender la polémica en las redes y una provocación para Quadri, al final una disculpa tímida: una más, las salas adyacentes con invitados, sin antes cuidar el aislamiento de la sala del debate, la cual fue bombardeada de susurros insistentes, risas, aplausos y otras manifestaciones, distracciones adicionales, innecesarias. Al terminar el debate, la ausencia de precaución para la salida de candidatos, en escalinatas repletas por el equipo panista, que provocó con insultos al candidato Enrique Peña Nieto, pudo haber derivado en una confrontación, también situación innecesaria. Queda de manifiesto que la comisión responsable de organizar el debate se limitó a conformar el acuerdo marco con los representantes de candidatos y contratar una empresa para la producción, sin cuidar el detalle fino que genera éxito en este tipo de ejercicios democráticos. Como se observa, no se cuestiona el formato, que aún con la rigidez estructural, permite la discusión y el contraste, así como la presentación de propuestas, pero sí se cuestiona el abandono en la organización: por lo demás, Quadri-ciudadano ausente e ignorado, Andrés Manuel y Josefina dedicados a golpear al puntero, y Enrique Peña Nieto, sacudiéndose los señalamientos, cuestionando a sus adversarios y proponiendo. Los números en las encuestas no se mueven significativamente. Esta es la forma, el fondo, ese es otro análisis en relación con este debate. Lo lamentable es que asistimos a un juego con un árbitro, el IFE, sumamente descuidado.