El discurso y el evento donde el presidente Calderón ofreció protección a la labor periodística tienen una serie de lecturas harto interesantes. Es, sin duda, un suceso que hay que guardar en la memoria por sus mensajes expresos y tácitos.
Primero, mal que el señor presidente exija acciones a los periodistas, por dos razones: se le olvida que es el titular del poder ejecutivo en un sistema presidencial y que sus palabras tienen un sentido imperativo, son un acto de poder, y por tal motivo, devienen en un intento de censura a los medios de comunicación y a los periodistas: nadie le ha dicho en su círculo cercano que el periodismo, en un sistema democrático, funciona en cuanto se autoregula, porque de ahí surge su carácter imparcial e independiente. No digo que los puntos señalados por el mandatario sean en el fondo incorrectos. No. El problema es que su señalamiento es una torpeza política y envía un mensaje inadecuado. Black Mora no ha hecho su trabajo aún.
La otra razón es que se le olvida que el Estado tiene la obligación de revisar a posteriori contenidos y hacer observaciones e incluso, aplicar sanciones, a las televisoras y a las radiodifusoras, conforme a diversas normas aplicables, solo que ha sido omiso. ¿Por qué? Porque sabe que un acto de esta naturaleza se convierte en censura y esta consciente que es preferible aceptar excesos en un marco de libertades, que restringirlas. Por eso su discurso mismo es un exceso, tolerable en particulares, pero imperdonable en un servidor público, más cuando se trata del primer mandatario.
Segundo, se le olvida que desde hace varios años tiene en su escritorio diversas propuestas de avanzada para proteger a los periodistas, elaboradas tanto por la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos y la Federación Latinoamericana de Periodistas. Fernando Gomez Mont siempre fue un obstáculo para avanzar pese a los encuentros sostenidos. Gomez Mont, como ahora el Presidente, prefieren señalar errores que aceptarlos y anunciar, con sentido de Estado, acciones concretas.
Ahora, es probable que el inquilino de Bucarelli haya guardado en el cajón las propuestas y que Calderón sea ajeno a ellas. Bueno, en ese caso, se las volvemos a decir: ley de seguridad social, comité de riesgo, protocolo de seguridad, clausula de conciencia, secreto profesional, reforma al procedimiento de transparencia y al concepto de reserva y confidencialidad, ley de publicidad oficial, subprocuraduría de protección a periodistas, Comisión ordinaria y no especial en cámara de diputados para dar seguimiento a agresiones a periodistas, por señalar las más relevantes.
Tercero, ¿Por qué reunirse solo con las grandes empresas e ignorar a las asociaciones de periodistas y a quienes practican diariamente la actividad? Indudablemente, porque es mas cómodo. El señor presidente entiende al periodismo como una actividad mercantil, por eso se reúne con los dueños de los medios. Y no está mal. Una solución a largo plazo camina por las empresas, pero no solamente. Tiene que comprender a los colegas y a la sociedad misma, que es la beneficiaria de un periodismo eficiente. El problema es que el mensaje es inadecuado, vertical, impositivo y, fundamentalmente por un interés político.
Ojalá me equivoque, y el dialogo del señor presidente con los directivos de medios sea el inicio de una nueva relación.
Ojalá pronto las asociaciones seamos invitados al dialogo, pero más que todo, ojalá se abran los conductos para avanzar en la agenda legislativa urgente.
Ojalá alguien le diga al señor presidente que en su sexenio matan a un periodista por mes.
Ojalá porque la resistencia a las reformas indica una ruta distinta. Es más, es grave pero hay que señalarlo: sus acciones indican otra cosa, para muestra un botón: la iniciativa para regular replica otorgando a secretaría de gobernación la potestad de sancionar a medios es un retroceso brutal: un órgano político persiguiendo medios. ¿Qué sigue: aplicar a rajatabla la cuestionada y caduca ley de imprenta como ocurrió recientemente en Guanajuato?
Ojalá el señor presidente haya comprendido. Ojalá.