Columna de análisis crítico

viernes, 18 de septiembre de 2009

Buenas intenciones

El Presidente de la República Felipe Calderón fue felicitado por la Organización de las Naciones Unidas, por su decisión de ayudar a los más desposeídos.
Dice el representante de la ONU en México, que la organización no puede más que reconocer como ética la decisión de apoyar a los pobres a través de un impuesto generalizado.
El problema no es que se apoye a los pobres. Probablemente la ONU no ha caído en cuenta que ningún partido político, al menos públicamente, puede estar en contra de apoyar a las clases mas desprotegidas del país. La cuestión es que el mecanismo implementado parece el menos idóneo.
El gobierno federal deberá resolver una serie de situaciones antes de gritar a los cuatro vientos que dos de tres mexicanos en pobreza recibirán apoyo directo a través de diversos programas asistenciales.
Primero, que el impuesto generalizado, aún y cuando sea proporcional, en función de que afectará en mayor medida a los grandes consumidores, no distinguirá si éste último forma parte de la población en pobreza que Calderón dice habrá de ayudar.
Y no distingue el impuesto, porque se habrá de cobrar por igual: los alimentos y medicinas, adquiridos, cargarán al comprador, lo mismo si paga con unos centavos apenas que si lo hace con tarjeta de crédito, por poner un ejemplo: no hay un castigo o una carga diferente.
Por lo tanto, primero le quitas un dos por ciento sobre lo que compre el pobre, y luego, tras un galimatías burocrático, intentarás, como gobierno, entregárselo en su mano, con el deterioro natural por los costos que esto implica. Con lo cual, ya no será un peso el que le entregues, sino unos cuantos centavos.
Segundo, insisto en que no existe un padrón confiable que ubique a la población en situación de pobreza. Elaborarlo, implicará el natural gasto administrativo, gasto corriente, que el gobierno –dice- esta empeñado en reducir. Pero además es una navaja de dos filas, por un lado lo difícil de construirlo, y en segundo lugar, el uso electorero que seguramente tendrá.
Habría de pensarse en un mecanismo distinto, más directo de apoyo, que no implique el gasto corriente aplicado en los programas asistenciales y la dificultad de construir un padrón confiable y no utilizable electoralmente. Cuestión sumamente difícil. Solo buenas intenciones.