Columna de análisis crítico

martes, 1 de noviembre de 2016

Psicosis mediática


Se cuestiona desde el surgimiento de los medios masivos de comunicación sí son éstos los que condicionan la formación de la opinión pública o, por el contrario, son un simple reflejo del acontecer social.
Ambas teorías se confrontan en la afirmación, positiva o negativa, de que los medios masivos manipulan y construyen realidades, ajenas al acontecer cotidiano, con fines políticos, sociales, religiosos o económicos.
De ser cierta la afirmación, todos los males y bienes colectivos son fruto de la manipulación mediática: no existe crisis económica, ni corrupción, ni inseguridad. Lo que existe es percepción creada por los medios masivos de comunicación, que construyen imágenes distantes de la vida diaria de los ciudadanos.
Así, por medio de los programas de entretenimiento y de información, la televisión y la radio, con apoyo de los medios impresos, y hoy internet, periódicos digitales y redes sociales, se manipula a la población, haciéndoles creer que se vive en un país color de rosa o en uno de color negro: del optimismo al pesimismo desbordado, en busca de fines aviesos de control político.
Nada más alejado de la realidad. No es posible que los medios de comunicación construyan realidades absolutas, porque no existe un monopolio de la comunicación. La comunicación se encuentra descentralizada en sus ejes de poder. El gran mercado informativo obedece a diferentes nichos. Esta ausente el manipulador mediático monopólico.
La radio, la televisión, la prensa y el internet, disputan las audiencias. Más aún, las personas prefieren el entretenimiento que la información, y las que buscan estar informadas, por lo regular acceden a diversas fuentes, particularmente internet, convertido en una babel informativa inmanipulable.
Por tanto, la famosa aguja hipodérmica para inyectar, por ejemplo, desconfianza, y la formulación continúa y persistente de una mentira para convertirla en verdad perceptiva, estrategias de manipulación mediática, chocan estrepitosamente con la democratización informativa: los contenidos y los canales de comunicación son tan diversos, que es imposible modificar la realidad para transmutarla en una "realidad distinta".
Pero además, el mercado objetivo de la manipulación, el ciudadano, ha ingresado a la era de la información, y adquirido defensas: el ciudadano de a pie se cuestiona las campañas que hablan de progreso y desarrollo, avances y frutos de las reformas estructurales, cuando el bolsillo no da para más con los gastos de casa, el transporte público colapsa y el servicio médico oficial subsidiario carece de medicamentos: las campañas publicitarias se convierten en gasto suntuoso de culto a la personalidad, ajena y distante al ciudadano, que harto acude a las urnas a manifestar su rechazo. La realidad "real" se impone a la realidad ficticia.
Por tanto, los medios de comunicación están imposibilitados para construir a su antojo realidades "reales" o "realidades ficticias". No les es dado hacerlo. Siempre debe existir un asidero veraz, un punto de enlace con la realidad real.
No pueden los medios de comunicación decir, por ejemplo, que no hay violencia, cuando los indices ahí están. De enero a septiembre a nivel nacional se cometieron 9,232 homicidios con arma de fuego. En enero fueron 894 y en septiembre, 1,228: comparando ambos meses el aumento es del 37 por ciento: 334 incidencias más.
A nivel estatal, en el mismo período se cometieron 641 homicidios con arma de fuego. En enero fueron 55 y en septiembre 83: un aumento de mes a mes del 50 por ciento, tomando enero como base: 28 homicidios más.
¿Que deben hacer los medios de comunicación al respecto? ¿Ocultar la información en las páginas interiores o acaso ignorarla?, con el fin de que la población no se sienta insegura y piense que no pasa nada.
Al contrario, debe el medio de comunicación informar los hechos e interpretarlos. La violencia regresa y con números irrefutables. No se trata de un problema de percepción. Hay una realidad que el ciudadano común siente en su entorno y que no es provocado por una "psicosis mediática". Más aún, es una realidad terca que oculta no se resuelve por si sola, sino por acciones colectivas, donde los órdenes de gobierno tienen un papel importante como responsables de la seguridad pública, con el agregado de una sinergia necesaria con actores políticos, económicos y sociales, pensando en los medios de comunicación como aliados y no enemigos per se.
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