Columna de análisis crítico

martes, 24 de julio de 2012

Responsabilidad histórica

En el año dos mil seis el Presidente Felipe Calderón tomo protesta de manera atropellada. Estuvo a punto de no hacerlo debido a las acciones de resistencia y oposición adoptadas por el grupo parlamentario del Partido de la Revolución Democrática. La dificultad fue superada gracias a un acuerdo político de gobernabilidad e institucionalidad con algunas fuerzas políticas, entre ellas el Partido Revolucionario Institucional. La institucionalidad en el Congreso mexicano se ha roto desde hace tiempo. En la época post-revolucionaria los asuntos se arreglaban a balazos. Luego las cosas se apaciguaron durante el periodo de partido hegemónico y la institucionalidad de la revolución. Las reformas de 1977 permitieron la llegada de diputados de partido representantes de fuerzas parlamentarias minoritarias. Unos años después la cámara de diputados y senadores se pluraliza aun mas con el sistema mixto, mayoría relativa y representación proporcional, con el agregado de la cláusula de gobernabilidad, que evita la sobre-representación del partido mayoritario. Con estas reformas el sistema político se pluralizo desde la ley, de manera artificial. Con el tiempo, como ocurre hoy, ya no resulta necesario. La sociedad ha dividido la preferencia política, con lo cual se acaban las mayorías simples o calificadas: la aprobación de reforma legales y constitucionales requiere de manera obligada el consenso de fuerzas heterogéneas. Sin embargo esta pluralidad se ha malentendido. Se han olvidado que la pluralidad no significa parálisis ni chantaje. La pluralidad debe ser debate, pero sobre todo acuerdo en una institucionalidad democrática. El debate permitirá que la sociedad conozca los argumentos y de esta manera califique las decisiones de sus representantes en el plebiscito cotidiano de los comicios. Una discusión que debe ser de altura y profundidad, con propuestas de solución a corto, mediano y largo plazo, no la estridencia, la obstaculización, la toma de tribunas, las mascaras de cerdo o las grandes mantas desplegadas a lo largo del recinto oficial en San Lázaro. Un congreso auténticamente plural, responsable e institucional, debió permitir en la normalidad la protesta de Calderón. Pero desafortunadamente no había tolerancia, autentico respeto a la democracia, como tampoco la habrá ahora con el Presidente Enrique Peña Nieto. Las fuerzas parlamentarias del Partido de la Revolución Democrática, Movimiento ciudadano y Partido del Trabajo, trataran de obstruir la toma de protesta del mandatario virtualmente electo. Ya se esperaba una reacción de esta naturaleza. Lo que no se esperaba es la posición irresponsable que ha adoptado Gustavo Madero, presidente nacional del PAN, cuya figura cada día desmerece mas, no solo por la ausencia de liderazgo, sino por la torpeza de olvidar su responsabilidad en la gobernabilidad del país y pretender ocultar en irregularidades -que solo existen en su cabeza y en la de Andrés Manuel- la falta de eficacia en su trabajo partidista. En una democracia lo correcto es aceptar la voluntad popular construida mediante un andamiaje administrativo y jurisdiccional que garantiza la efectividad del sufragio. Lo incorrecto es hacer lo contrario. En 2006 prevaleció la institucionalidad democrática. De esta manera asumió Felipe Calderón. En 2012 debe prevalecer esta misma institucionalidad. Esperemos que Gustavo rectifique y asuma su responsabilidad histórica.