Columna de análisis crítico

martes, 3 de diciembre de 2013

Borrar al IFE

Prácticamente cocinada la reforma política, se anticipa un alto costo financiero en su implementación, que esperemos sea menor a sus beneficios en la gobernabilidad, transparencia y equidad, no solo en la contienda electoral, sino en el ejercicio de gobierno de los tres niveles de administración, contrapeso de los poderes y ejercicio auténticamente autónomo de los órganos constitucionales. Para darnos una idea de un aspecto central de la democracia instrumental, la credencial de elector, representará un dolor de cabeza para la transición del denominado Instituto Nacional Electoral y el extinto Instituto Federal Electoral. ¿Por que? Porque la credencial corresponde a la denominación de IFE y no INE. Cambiar la credencial a los más de ochenta y siete millones de electores en el país tendría un costo de casi ochocientos millones de pesos. Pero el recurso económico, escaso, es lo menos relevante en el asunto: hay un tiempo que tendrá que transcurrir operativamente hablando para hacer posible el cambio de credencial. Para darnos una idea del esfuerzo operativo que representa cambiar las credenciales de elector extraviadas y caducas, cada año se atiende a 17 millones de personas. A ese ritmo tendrían que transcurrir seis años para cambiar la totalidad de las credenciales de elector. El costo sería gradualmente absorbido por el órgano electoral, y el desperdicio de plásticos -y todo el proceso administrativo que se encuentra detrás de este gran esfuerzo- no tendría mayor impacto. Entrar en el capricho de cambiar de manera terminante la credencial, eso si sería un error garrafal, producto de la improvisación y el desdén de las fuerzas políticas por el esfuerzo de construcción de un instrumento base de la democracia mexicana. Debe resistir el consenso partidista la tentación de tratar de borrar de un golpe y porrazo al Instituto Federal Electoral, bajo la premisa de que se trata, ya no solo de algo ilógico, sino de una actitud irracional. Aún más. La lógica indica que no debe cambiarse una marca exitosa por una marca nueva, cuando no existen razones para ello. El Instituto Federal Electoral es un órgano que encabeza las instituciones con mayor confianza y menor corrupción en el país. Ha logrado, desde su nacimiento como un órgano del gobierno en 1990 y su autonomía en 1996, dotar de certeza, independencia, autonomía, objetividad e imparcialidad a los comicios federales, pese a las acusaciones -la mayoría infundadas- de inequidad, por parte de los mismos contendientes que utilizan el ataque como instrumento de presión para obtener canonjías. Sin embargo, ante la decisión de desaparecer al IFE como denominación, y ampliar sus facultades -la de atracción de comicios es una de las más relevantes- la razón indica un proceso gradual de cambio, y no el descabezamiento de cada uno de los procedimientos e instrumentos electorales, como es el caso de la credencial de elector. En el proceso de seis años, las credenciales podrán ser sustituidas por un nuevo plástico, seguramente con las mismas medidas de seguridad del actual, con la denominación del Instituto Nacional Electoral, conforme vayan entrando en la caducidad de cada documento en partícular, con lo cual no será necesario hacer un esfuerzo financiero inmediato, sino que será soportado por el trabajo operativo de las miles de personas que colaboran en el órgano constitucional electoral autónomo. Los señores diputados y senadores pueden autorizar esta sustitución gradual mediante un transitorio, estos que están de moda actualmente. Solo sería uno más a los acotamientos normativos que se realizan a través del cajón de sastre. Por lo demás, la reforma esta prácticamente lista. Ayer de madrugada se afinaron los últimos detalles y se turno al pleno, superadas las reservas -más de sesenta-: destacan la reelección desde la Constitución; nulidad de elección por rebase de tope de campaña en 5%; sanciones a denuncias frívolas; modificación al proceso sancionador mixto INE-Trife así como a definiciones de sub y sobre representación; la conformación de tribunales y órganos electorales administrativos locales, entre otros aspectos, sobre lo cual existen muchas interrogantes. El gran ausente, y nadie habla de ello, es la desaparición de los diputados y senadores plurinominales y la reducción de las Cámaras; candidaturas independientes a nivel federal y el mayor umbral para chiqui-partidos. EN EL TABLERO....El presupuesto de egresos del Gobierno del Estado fue entregado al Congreso del Estado el fin de semana...Contiene ajustes con base en criterios de austeridad que alcanzarán a todas las dependencias...Es congruente con un año que no se antoja fácil para las finanzas nacionales y estatales...Precisamente este miércoles comparece ante el pleno del Congreso del Estado, el titular de la Secretaria de Hacienda, Jaime Herrera...Uno de los temas panistas de cajón será el endeudamiento para 2014...