Columna de análisis crítico

lunes, 10 de noviembre de 2014

Mensaje desastroso

Los servidores públicos que participan en acciones de comunicación social están obligados a asumir una conducta que al menos les permita transmitir adecuadamente los mensajes a la opinión pública.

Uno de los mecanismos usuales para realizar estos propósitos de comunicación social lo constituyen las conferencias de prensa, a donde acuden los representantes de los medios de comunicación, que con o sin preguntas, reciben la información de viva voz de un vocero autorizado y de nivel jerárquico suficiente.

Por lo regular, el funcionario se apega a un guión previamente establecido y a una estructura predeterminada, de acuerdo al tipo de mensaje que se desea transmitir, acorde también a la naturaleza del mensaje y su entorno de opinión pública.

Es cierto que no es sencillo plantear el método más idóneo para comunicar un mensaje, sobre todo cuando tiene una gran complejidad política y mediática, como ocurre en estos momentos con Ayotzinapa, en Guerrero.

Más aún, en específico, la transmisión de la noticia de la detención de tres implicados que revelan haber asesinado a los jóvenes estudiantes normalistas, cuyos cuerpos fueron calcinados a un grado que evitan incluso la identificación a través de ADN –cuyo extremo se pretende lograr en un laboratorio internacional austriaco-.

En este sentido, la pregunta es ¿que pasó con el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, que asumió un papel contradictorio y al final desastroso, para el mensaje que quería transmitir a la opinión pública a través de los medios de comunicación, en la conferencia de prensa del pasado viernes siete de noviembre en la ciudad de México?

Y para rematar su frase, ya me canse, fue el corolario de una serie de errores mediáticos y de operación política que desbordan al mismo procurador, y que trascienden a otras áreas, particularmente la Secretaría de Gobernación, cabeza de la política interior y de la seguridad pública nacional.

Primer error. La noticia pudo haber sido asimilada cuando el Padre José Alejandro Solalilde acudió a medios de comunicación –por razón de conciencia- a dar a conocer públicamente lo que un testigo le había manifestado: la muerte e incineración de los cuerpos de los jóvenes estudiantes, lo que le valió ser denostado por los padres de familia y por los grupos de apoyo a los normalistas, y minimizado por la misma Procuraduría General de la República, a donde acudió para ser recibido por un agente del Ministerio Público que simplemente recibió el documento por escrito. Al final, las revelaciones del sacerdote son confirmadas por el mismo Murillo Karam.

Segundo error. Murillo Karam no se encontraba en su mejor momento durante la conferencia de prensa. Lo dejó ver con su impaciencia ante los errores técnicos con los videos y las fotografías. La producción para televisión –tipo multimedia- falló por momentos. Sus manos lo acusaban al golpear con sus dedos el atril. Luego, la intolerancia ante los cuestionamientos de la prensa. Su manejo fue cortante, tajante, de suficiencia. Las preguntas le daban la oportunidad de insistir en los puntos de la investigación y posicionar el mensaje. No las aprovechó. Al final, cortante, con un ya me canse, corta la conferencia, para luego admitir una pregunta más. Sus palabras compungidas no eran acordes a su mensaje verbal y corporal.
Tercer error. El Presidente de gira, en vuelo, interrumpe para dar una conferencia de prensa en un aeropuerto en Alaska. Rostro cansado por el viaje. Mala iluminación del espacio. Una esquina de una habitación desnuda, gris, con sombras. La bandera al fondo, y a su costado el secretario de relaciones exteriores Antonio Meade. El mensaje es de improvisación. Urgencia. Justificar el viaje internacional y condenar el intento de quemar la puerta principal de Palacio Nacional. Timing equivocado de nuevo: mientras el Presidente vuela a China, Murillo Karam ofrece su conferencia de prensa.
Es cierto. El fondo de la conferencia de prensa del Procurador esta justificado: transparentar la indagatoria, mostrar avances de las investigaciones –aún y cuando son secretas, admisión de ilegalidad asumida por el mismo Procurador-, con un afán de transparencia.

El problema es que el mensaje se trastocó por errores técnicos y humanos, salvables ambos, pero irremediablemente infalibles para echar a perder el trabajo de comunicación social, tarea que no se improvisa ni se deja al arbitrio de un cansado funcionario, que queda claro, merece ir a casa a descansar.

El mensaje que se transmitió –pero se desdibujó- son los esfuerzos técnicos y humanos de alta especialidad para investigar e identificar los cuerpos y detener a todos los responsables materiales e intelectuales del horroroso homicidio, donde ya han sido arrestados más de setenta involucrados, cayó un gobernador, un secretario de salud, un alcalde directamente señalado junto con su esposa, y el suplente del alcalde.

El reclamo internacional y nacional es obvio: El crimen estremece, indigna y obliga a un gran pacto de honestidad que limpie las instituciones, que destierre el cinismo y la corrupción como factor real de poder político evidenciado con todas sus letras en Iguala.
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