Columna de análisis crítico

martes, 24 de enero de 2017

Mercancía multimedia

No existe otra opción: los hábitos de lectura, de escucha o de escucha-visión, de las noticias, por parte del grueso de la población, se ha modificado radicalmente. Ante ello, los medios de comunicación tradicionales, televisión, radio y prensa, deben modificar su oferta de noticia para recuperar el liderazgo como formadores de opinión pública frente a las redes sociales que al concentrar el mercado de lectores-escuchas-observadores de noticias, acapara también el mercado publicitario, y con ello, la rentabilidad como negocios.
De acuerdo con una encuesta de Gallup difundida en 2013, en los Estados Unidos, en promedio el  56 por ciento de los norteamericanos veían noticias a través de la televisión, el 19.75 lo hacía por medio de redes sociales, el 9.75 en medios impresos y solo el 5.25 a través de la radio.
No es casual el resultado. Televisión y redes sociales tienen un elemento común: son multimedia, al ofrecer imagen y voz a un mismo tiempo. Sin embargo, las redes sociales emergen vertiginosamente por una sencilla razón: el usuario puede consultar la información en el momento que lo desee, construyendo su propio menú de información en base a la discrecionalidad que le otorga el dominio pleno sobre la plataforma digital, lo cual no ocurre en la televisión, que constituye un menú impuesto.
Las redes sociales tienen otra gran ventaja: no requieren de un artefacto sofisticado, sino solo de un smartphone, con un bajo consumo de datos, por ejemplo, un streaming en Facebook. En televisión, por el contrario, una transmisión en vivo requiere un alto nivel de consumo de datos, lo cual eleva los costos para el usuario como cliente de una compañía proveedora.
Ante esto la televisión se ha adaptado. Sube sus contenidos a las redes sociales con calidad baja para disminuir el uso de datos, o bien, transmite en Facebook, incluso permite en sus páginas web que el usuario determine el uso de las cámaras para mejorar el ángulo de visión.
Pero además la televisión ha adaptado sus contenidos. Por ejemplo, Televisa modificó radicalmente su noticiero estelar tratando de generar una imagen suave y ligera, similar al ambiente de las redes sociales, con un exceso de multimedia, gráficos y realidad virtual. Pero además, con contenidos ligeros y más superficiales. Noticias cortas y elementales, tratando de recuperar el espacio perdido en las redes sociales.
Si para la televisión que guarda una similitud con las redes sociales por su efecto multimedia ha sido complejo adaptarse, en busca del mercado de jóvenes de 18 a 29 años -que usan la Tv en un 50%, Internet 27%, Prensa 7% y radio 3%- y de adultos jóvenes de 30 a 49 años -Tv 50%, Internet 28%, Prensa 6% y Radio 7%-, para la Prensa y la Radio ha sido verdaderamente complicado porque carecen de la cualidad multimedia.
Ante ello han tenido que colocar un espejo informativo y de contenidos a través del internet, en sus páginas oficiales y por medio de redes sociales. Así han creado sus páginas web donde han construido periódicos digitales y transmiten sus contenidos por medio de redes sociales. Por ejemplo, los medios impresos colocan cabezales con los primeros o el primer párrafo de la información -el Lead- y por medio de un Link hipervinculan a su propia página. La radio transmite en vivo en sus páginas o en perfiles de Facebook.
Los periódicos impresos han tenido que migrar a un periodismo multimedia. Incluso algunos impresos crearon su propio noticiario de televisión que colocan en su página web y distribuyen en redes sociales. Lo mismo ocurre con la radio.
La visión es muy clara: los hábitos de consumo tienden hacia el multimedia. Radio y Prensa se encuentran en crisis de audiencia y con ello de publicidad, lo que crea un ambiente propicio a la debacle económica, toda vez que los mínimos porcentajes de audiencia alcanzados -Prensa, 18-29 años 7 puntos, 30-49 años 6 puntos, 50-64 años 8 puntos, 65-68 años 18 puntos, y radio 18-29 años 3 puntos, 30-49 años 7 puntos, 50-64 años 7 puntos, y 65 a 68 años 4 puntos-, asociado con el nivel y categoría de consumo, no les permiten, en un ámbito de competencia con base en raiting, posicionarse adecuadamente y soportar sus gastos de operación -papel, tinta, personal de distribución, o bien, electricidad en transmisores, personal de ventas, administración, cabinas, técnicos, sindicato, prestaciones-.
Todo esto es correcto en un escenario de libre competencia por la audiencia. Lo delicado es que el periodismo de las redes sociales y la televisión, por lo regular, es superficial, no se practican los géneros periodísticos y el perfil de los profesionales de la comunicación -en términos generales-  tiene que ver más con marketing: la información es un instrumento de venta.
Luego entonces, si los medios de comunicación deben buscar los contenidos ligeros y superficiales, propios de la Televisión y las redes sociales -por el tipo de audiencia y su permanencia- y contrarios al quehacer periodístico de Prensa y Radio, ¿dónde queda el periodismo de profundidad, crítico y analítico? ¿Cómo equilibrar audiencia-publicidad-contenidos críticos profundos? Todo ello para evitar que la información se convierta, desafortunadamente, en una mercancía vendida vía multimedia.
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