Columna de análisis crítico

martes, 10 de abril de 2012

Pagés y la cultura de la legalidad

Los premios a periodistas deben entregarse entre pares. Esta es una máxima practicada desde la fundación del foro de periodistas de chihuahua y que a nivel nacional son ejemplo tanto la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos como el Club Primera Plana.
Además de la medalla José Vasconcelos, el Premio México de Periodismo y los reconocimientos que entregan dichas instituciones gremiales, hay en el país otros premios que son ejemplo. Uno de ellos es el Premio Nacional de Comunicación que entrega la Fundación José Pagés Llergo desde el año 2001, el cual se conservo inalterable reconociendo géneros periodísticos hasta el año pasado.
A partir del año 2011 reconoce la actividad periodística, política, de las ciencias sociales, la ecología, la cultura, entre otras expresiones humanas que utilizan la imprenta y en general la comunicación social para transmitir opinión y, creo, construir comunidad.
Es decir, se premia la comunicación como un instrumento para compartir, solidariamente, el pensamiento y la obra que nos hace, primero cuestionarnos, y luego construir e incluso, modificar conductas, pensándonos, tal como somos, integrantes de una colectividad, profundamente interrelacionada, vertical, horizontal y transversalmente, en una visión orgánica de compromiso mutuo.
Resulta relevante destacar, en el pensamiento de los diseñadores del premio, ampliar el mismo, permitiendo reconocer los esfuerzos editoriales, que fuera del estridentismo de la nota principal, la contundencia del reportaje a profundidad, el color de la crónica o la sagacidad argumentativa del articulo de fondo, reconoce los esfuerzos editoriales que a simple vista se antojan tímidos o de bajo impacto, pero a la larga, se convierten en una suerte de periodismo trascendente por su gran relevancia en el fortalecimiento de los valores ciudadanos.
Recibir un premio de esta naturaleza impulsa a las casas editoriales a continuar los proyectos, pero mas importante, obliga a repensar la necesidad de impulsar políticas editoriales con mayor sentido ético y moral social: es decir, alienta y promueve la repetición de acciones desde la comunicación social, en una visión de alto compromiso, una especie de filantropía comunicacional.
No es la primera vez que un medio de comunicación chihuahuense obtiene un premio nacional, pero haberlo logrado desde la ventana de un espacio que impulsa la cultura de la legalidad es para El Heraldo de Chihuahua motivo de confirmación de una adecuada política editorial transversal de beneficio a la comunidad.
Su director, Javier Contreras Orozco ha emprendido diversas acciones de comunicación demostrando que es posible hacer periodismo con sentido comunitario: un periodismo comprometido que nada tiene que ver con información sensacionalista y amarillista.
La cultura de la legalidad es un pendiente en la evolución de los pueblos. Una cultura que no debe ser entendida como el cumplimiento ciego a la norma, sino una aceptación consciente de la necesidad de cumplir espontáneamente, en función del interés general, una norma, que idealmente es legitima desde el punto de vista material y formal.
Una cultura de la legalidad, que en los pueblos desarrollados, lleva al compromiso moral de rechazar una norma por contradecir los principios fundamentales que dan vida a una sociedad como es el caso de la libertad, aun y cuando se haya cumplido impecablemente con el proceso legislativo.