Columna de análisis crítico

lunes, 31 de agosto de 2015

Sanción ejemplar a Trump

Extraordinario discurso en defensa de la libre expresión por parte del colega periodista decano, Carlos Ravelo, al recibir un reconocimiento especial de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, en el marco del XIII Congreso Nacional, enhorabuena.

El ejercicio periodístico exige aplomo y valentía, pero además demanda del periodista la capacidad analítica e inteligencia para obtener los resultados buscados en aras de alimentar a la opinión pública de información útil.

Un ejemplo de ello es el colega Jorge Ramos Avalos, Conductor de Univisión, al cuestionar al aspirante republicano Donald Trump. Ramos asume a cabalidad su responsabilidad periodística al presentar en una conferencia de prensa sus cuestionamientos, los cuales debieron haber sido contestados sin más dificultad por el político norteamericano. De haber ocurrido así las cosas, no se hubiera presentado el lamentable incidente que le ha dado la vuelta al mundo y que refuerza la imagen del empresario y político como una persona intolerante y autoritaria.

Es cierto: el papel del periodista es cuestionar, y el del personaje público contestar. De hecho Trump contesta, al pedir a sus escoltas que retiraran de la sala al periodista incomodo. Si ya después cede y permite de nuevo el acceso a la sala donde se desarrollaba la conferencia de prensa, es irrelevante: ya había cometido el exceso.

Las conferencias de prensa no son nunca cómodas para los personajes públicos. Habrá que revisar al menos dos ejemplos de ello: la del entonces procurador general de la república Jesús Murillo Karam, cuando presenta las conclusiones del caso Iguala y la del aún secretario de la función pública, Virgilio Andrade Martínez, al dar a conocer el desenlace de la investigación por La Casa Blanca.

Tanto Murillo como Andrade enfrentaron conferencias de prensa interminables, donde se les presentaron mil cuestionamientos y dudas en relación a los temas. Salvo el “Ya me canse” de Murillo, ambos aguantaron estoicos la posición crítica de los comunicadores, muchos de ellos de carácter internacional. Si hubieran sido Trump, se hubieran quedado solos en la sala de prensa.

Y es que precisamente las conferencias de prensa tienen como objetivo no solo ofrecer datos ante los comunicadores, sino presentarse ante ellos para comunicar. Un acto, comunicar, que se despliega en dos vías y no en una sola: la comunicación de una sola vía hace inútil la conferencia de prensa, ya que ésta cumple plenamente con su función cuando permite las interpelaciones de los comunicadores. De otra manera estamos frente a un monologo comunicativo.

Sin embargo es común que se cite a conferencias de prensa donde se lee un comunicado y punto. No se admiten cuestionamientos. Se supone que es un instrumento aceptado comúnmente cuando estamos frente a sucesos delicados donde hay que ser sumamente precisos y la línea de argumentación busca ser transmitida como tal. Pero no debe abusarse de ella. Debe ser estrictamente la excepción.

Eso debió hacer Trump. Si no es su deseo escuchar cuestionamientos periodísticos, debería limitarse a sus actos de comunicación unidireccional. Por que si convoca a una conferencia de prensa abierta a preguntas, debe estar seguro que recibirá muchos y muy variados cuestionamientos.

Lo que hizo es un acto inaudito y reprobable, que no debe tolerarse. México debe extender una carta diplomática de censura a tales hechos para que el suceso no pase desapercibido por el gobierno norteamericano, en defensa y protección de un connacional. Debe además presentarse queja ante la Organización de las Naciones Unidas, para hacer valer el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que señala textual: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Evidentemente Donald Trump esta violentando el acuerdo internacional que garantiza la libre expresión, al molestar a Ramos por sus opiniones, sobre todo cuando no se trata de un ciudadano común sino de un personaje público relevante que busca una candidatura nada menos que para gobernar a los Estados Unidos: es decir no es un simple particular, sino que por su despliegue y fuerza asume características cercanas a la autoridad pública. Por ello el incidente no debe pasar desapercibido de ninguna manera y debe recaer en él una sanción. Esta es una de las primeras tareas de la recién nombrada Claudia Ruiz Massieu en la nada fácil encomienda de la relación exterior.