Extraordinario discurso en defensa de la libre
expresión por parte del colega periodista decano, Carlos Ravelo, al recibir un
reconocimiento especial de la Federación de Asociaciones de Periodistas
Mexicanos, en el marco del XIII Congreso Nacional, enhorabuena.
El ejercicio periodístico exige aplomo y
valentía, pero además demanda del periodista la capacidad analítica e
inteligencia para obtener los resultados buscados en aras de alimentar a la opinión
pública de información útil.
Un ejemplo de ello es el colega Jorge Ramos Avalos, Conductor
de Univisión, al cuestionar al aspirante republicano Donald Trump. Ramos asume
a cabalidad su responsabilidad periodística al presentar en una conferencia de
prensa sus cuestionamientos, los cuales debieron haber sido contestados sin más
dificultad por el político norteamericano. De haber ocurrido así las cosas, no
se hubiera presentado el lamentable incidente que le ha dado la vuelta al mundo
y que refuerza la imagen del empresario y político como una persona intolerante
y autoritaria.
Es cierto: el papel del periodista es
cuestionar, y el del personaje público contestar. De hecho Trump contesta, al
pedir a sus escoltas que retiraran de la sala al periodista incomodo. Si ya
después cede y permite de nuevo el acceso a la sala donde se desarrollaba la
conferencia de prensa, es irrelevante: ya había cometido el exceso.
Las conferencias de prensa no son nunca
cómodas para los personajes públicos. Habrá que revisar al menos dos ejemplos
de ello: la del entonces procurador general de la república Jesús Murillo
Karam, cuando presenta las conclusiones del caso Iguala y la del aún secretario
de la función pública, Virgilio Andrade Martínez, al dar a conocer el desenlace
de la investigación por La
Casa Blanca.
Tanto Murillo como Andrade enfrentaron
conferencias de prensa interminables, donde se les presentaron mil
cuestionamientos y dudas en relación a los temas. Salvo el “Ya me canse” de
Murillo, ambos aguantaron estoicos la posición crítica de los comunicadores,
muchos de ellos de carácter internacional. Si hubieran sido Trump, se hubieran
quedado solos en la sala de prensa.
Y es que precisamente las conferencias de
prensa tienen como objetivo no solo ofrecer datos ante los comunicadores, sino
presentarse ante ellos para comunicar. Un acto, comunicar, que se despliega en
dos vías y no en una sola: la comunicación de una sola vía hace inútil la
conferencia de prensa, ya que ésta cumple plenamente con su función cuando permite
las interpelaciones de los comunicadores. De otra manera estamos frente a un
monologo comunicativo.
Sin embargo es común que se cite a
conferencias de prensa donde se lee un comunicado y punto. No se admiten
cuestionamientos. Se supone que es un instrumento aceptado comúnmente cuando
estamos frente a sucesos delicados donde hay que ser sumamente precisos y la
línea de argumentación busca ser transmitida como tal. Pero no debe abusarse de
ella. Debe ser estrictamente la excepción.
Eso debió hacer Trump. Si no es su deseo
escuchar cuestionamientos periodísticos, debería limitarse a sus actos de
comunicación unidireccional. Por que si convoca a una conferencia de prensa
abierta a preguntas, debe estar seguro que recibirá muchos y muy variados
cuestionamientos.
Lo que hizo es un acto inaudito y
reprobable, que no debe tolerarse. México debe extender una carta diplomática
de censura a tales hechos para que el suceso no pase desapercibido por el
gobierno norteamericano, en defensa y protección de un connacional. Debe además
presentarse queja ante la Organización de las Naciones Unidas, para hacer valer
el artículo 19 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos que señala
textual: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión;
este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de
investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Evidentemente Donald Trump esta violentando
el acuerdo internacional que garantiza la libre expresión, al molestar a Ramos
por sus opiniones, sobre todo cuando no se trata de un ciudadano común sino de
un personaje público relevante que busca una candidatura nada menos que para
gobernar a los Estados Unidos: es decir no es un simple particular, sino que
por su despliegue y fuerza asume características cercanas a la autoridad
pública. Por ello el incidente no debe pasar desapercibido de ninguna manera y
debe recaer en él una sanción. Esta es una de las primeras tareas de la recién
nombrada Claudia Ruiz
Massieu en la nada fácil encomienda de la relación exterior.