Las últimas palabras que pronunció Miguel Etzel hablan por si solas. ¿Porque a mí?, dijo el exprocurador, extitular de órganos electorales, catedrático distinguido de la Universidad Autónoma de Chihuahua, esposo, padre, pero sobre todo, ciudadano querido en la capital Chihuahua, cuando manos oscuras le arrebataron la vida en el pórtico de su casa.
La violencia exacerbada ha segado la vida a un inocente cuyo único crimen fue construir un capital humano durante largos años de trabajo y dedicación diaria.
La sinrazón se ha ocupado de nublar las mentes lúcidas que la dan a la vida comunitaria orden basado en el humanismo que debe campear en la aplicación del derecho punitivo, acercando a la mente políticas de represión contra el crimen más drásticas como la pena de muerte.
El maestro Etzel siempre enseñó en la facultad de derecho conocimiento basado en la sencillez de la vida y el profundo pensamiento del hombre metódico.
Bromeaba lo mismo con los jóvenes que con los maestros: más allá del bien y del mal, su principal dedicación era la política, con un curriculum sobresaliente, al concurrir en él la facilidad para la aplicación del derecho con la mano izquierda en el quehacer gubernamental.
Hasta el momento las investigaciones no arrojan ningún dato concreto. Es obvio que el asunto debe ser estudiado por el ámbito federal en una posible atracción, dado el concierto con el cual fue cometido y el tipo de armas usadas.
Empero el problema es más de fondo: desde hace algunos años se ha trastocado la tranquilidad de los chihuahuenses, y hasta el momento la autoridad federal ha sido incapaz de encontrar una solución.
No hay operativo conjunto que valga, ni participación de corporación federal alguna. La intervención del ejército ha presentado un fracaso, ya que se ha visto que su simple presencia no disuade.
En tanto el trabajo de inteligencia no llega, la sociedad en chihuahua y el país entero sufre. Hasta cuando señor Presidente. Hasta cuándo.
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