Uno de los grandes pendientes del 2009 es sin duda el combate al crimen organizado, pese a la espectacularidad de los operativos del mes de diciembre.
La cuestión de fondo es que la coordinación con los Estados Unidos parece no dar los resultados esperados en materia de estrangulamiento de las finanzas de dichos grupos.
Mientras el gobierno mexicano continúa con una política de presencia militar en las calles y apenas se vislumbran aspectos positivos de inteligencia en la persecución de cabecillas, la unión americana parece más preocupada por revisar el funcionamiento de los recursos enviados mediante la operación Mérida, que en profundizar la colaboración de investigación bursátil y bancaria, y detener el criminal trasiego de armas.
Se anticipa la instalación de una oficina que daría seguimiento a los recursos autorizados en el marco de la colaboración binacional, cuando lo que se requiere es una unidad integrada por ambos países que profundice el seguimiento de recursos económicos y su flujo, como una vía para detener el poderío del crimen organizado.
Es obvio que ambas naciones trabajan en dicha tarea, la cuestión es hasta donde realmente ha funcionado. También es lógico que existan otras prioridades.
Para los Estados Unidos surge una nueva preocupación con las acciones terroristas de Al Qaeda y el regreso de las revisiones exhaustivas en vuelos desde instalaciones aeroportuarias mexicanas.
Este nuevo ingrediente coloca de nueva cuenta la coyuntura en el primer plano y no las acciones de largo plazo y definitivas en el combate a la criminalidad organizada.
Nadie en su sano juicio, conociendo que el crimen adopta caracteres multinacionales, estaría en desacuerdo en una colaboración con los Estados Unidos, la cuestión es el cariz que esta adopta: ¿auditoria en el uso de recursos –por cierto insuficientes- autorizados por el Congreso Norteamericano?, o una auténtica colaboración entre pares, donde no solo exista realmente información de inteligencia financiera, compartida y trabajada al más alto nivel, pese a la existente desconfianza, sino que el vecino del norte por fin decida cerrar la frontera al tráfico de armas, un frente indispensable y elemental para que México supere la situación de alta violencia que vive.
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