Tres son las cuestiones que primordialmente deben analizarse en torno a la renuncia de Carlos Pascual como embajador de los Estados Unidos en México; el contenido de los cables difundidos por wikileaks, la débil estructura de seguridad sobre la plataforma informática norteamericana y la ausencia de decisiones radicales desde la administración de Calderón en torno al contenido de las conversaciones diplomáticas.
Carlos Pascual, como se sabe, llegó a México en octubre de 2009, luego de una intensa carrera diplomática internacional, especializado en la transición en países en conflicto y con experiencia en el rediseño del Departamento de Estado norteamericano.
Sin embargo, nada de esto le valió cuando, entre muchos otros, se difundieron aseveraciones donde no sólo cuestionaba la política mexicana de combate al narcotráfico, sino realizaba comentarios en torno a cuestiones de política interior, describiendo como grises a los aspirantes panistas a la presidencia de la república, que aún y cuando fuera verdad, es inadmisible por respeto necesario entre los países a los asuntos domésticos.
Hizo bien el presidente Calderón al asumir frente a su similar estadounidense una posición inflexible en torno a la presencia no grata de Pascual; un par de semanas después, se anuncia su renuncia y posterior incorporación al departamento de estado norteamericano.
El embajador norteamericano hizo lo que desafortunadamente es el deporte nacional de nuestros vecinos del norte, entrometerse en cuestiones políticas que solo interesan a los connacionales de otros países, situación que solo pudimos conocer de manera extraoficial a través de la actividad que realiza wikileaks con sus filtraciones.
Al cumplirse un aniversario más del natalicio del Benemérito de las Américas, recobra relevancia en el caso, sus palabras en torno al respeto al derecho ajeno, entre las naciones como entre los individuos. Pascual pudo haber hecho más por la relación bilateral si al menos hubiera conocido un poco de México a través de la historia.
El contenido por supuesto es grave y delicado. Pascual renunció, pero ¿Dónde quedan las acciones y aclaraciones del lado mexicano? ¿Qué de las intervenciones aéreas a través de aparatos no tripulados? ¿Qué de las reuniones de pascual con personal militar y diplomático con quienes compartió muchos y diversos temas de seguridad nacional? ¿Dónde están las renuncias del lado mexicano? Calderón, por supuesto, prefiere la omisión y el olvido.
La actividad que despliega wikileaks es a todas luces ilegal, desde el origen de la información y su divulgación. Es obvio que hay una poderosa red de filtración de bases de datos, que han vulnerado la seguridad de los sistemas norteamericanos.
La cuestión ética de su divulgación es otra cosa. Creo que hay temas sobre los cuales la comunicación social privada debe ser responsable y cuidadosa, sobre todo cuando la vida de personas depende de un manejo adecuado.
De un extremo a otro, la divulgación de cierta información es tan delicada como la publicación del rostro de un policía durante un operativo policiaco: se vulnera la seguridad del aparato de Estado o se pone en riesgo la vida de un ciudadano que ofrece su vida por la seguridad del resto de la comunidad.
El hilo es delgado entre la información responsable y necesaria y la información que no lo es. Una de las soluciones planteadas a nivel internacional es la búsqueda del beneficio mayor y el daño menor, en la confrontación de valores como la seguridad y la protección auténtica de los pueblos. En última instancia, por supuesto debe estarse a lo último, con profundo respeto por los derechos humanos y las libertades.
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