Esto es algo así como cuando todo mundo lo sabía, pero nadie se lo dice a los interesados.
¿Será que Alejandro y Luis Felipe sospechaban algo, pero jamás tuvieron la certeza? ¿Alguien los engaño? ¿Les dijeron que ellos podían ganar?
En los comités de campaña, por separado, es obvio que se anticipaba el resultado. Eso lo saben los operadores, los que tienen que ver todos los días con la conformación de la estructura en las mesas directivas de casilla y los representantes generales.
Eso se sabe con las diversas encuestas de opinión levantadas a lo largo y ancho de la campaña, con lo cual se tenía una medición puntual de la penetración de las propuestas, el convencimiento de los electores, en suma, de la proyección electoral por sección, municipio, distrito y Estado.
Solo ellos parecían no saber que eran forasteros en el Estado de México, y que por tanto, lo más que podía pasar era obtener una votación tan baja como la que aconteció en 1993, cuando ambos perdieron la misma elección frente a Emilio Chuayffet.
Es más, Alejandro Encinas ni siquiera pudo demostrar fehacientemente la vecindad electoral para ser postulado, ya que el órgano electoral decidió no meterse en problemas y simplemente votar aprobatoriamente el registro, sin que nadie se inconformará al respecto, aún y cuando existían elementos para hacerlo.
Las campañas, tanto de Alejandro, como de Luis Felipe, nunca prendieron y se enraizaron en el territorio mexiquense. No fue culpa del equipo de campaña. Era sumamente complicado posicionar perfiles poco vendibles desde el punto de vista mercadológico; hay cosas que la mercadotecnia no puede hacer. Esta fue una de ellas.
Una alianza, en términos de los resultados, tampoco hubiera sido suficiente: la suma de 21 por ciento y 12 por ciento apenas llega a 33 punto porcentuales, contra 61 del abanderado priísta, aún considerando que el electorado panista o perredista se hubiese volcado a favor de un candidato pintado de amarillo o azul, lo cual parece muy difícil ya que no todos ellos estaban a favor de un candidato común. Sin embargo, esto nunca lo sabremos.
Además, en la candidatura tendría que haberse pensado en un aspirante con mayor capacidad de arrastre, carisma, manejo e identificación con el electorado mexiquense: un Mario López Valdez o un Rafael Moreno Valle, un expriísta, con el cual no contaban, como sí ocurrió en Sinaloa y Puebla.
Lo contrario: Andrés Manuel y Marcelo se empecinaron en su candidato, como ocurrió con el Presidente Calderón, y decidieron jugar todas las canicas a él, bajo el capricho de que no ceder la titularidad en la candidatura común.
Tal vez la razón no fue esa. Tal vez ocurrió que sabían que de igual manera sobrevendría la derrota y no quisieron exponerse a un Waterloo electoral, en una alianza que intentarán en 2012 bajo la premisa de aplastar al contrario a como dé lugar, sin importar la gobernabilidad posterior, apostándole a un objetivo estrictamente utilitario, coyuntural y sectario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario