La democracia tiene una serie de conceptos que se materializan funcionalmente en la instrumentación de procesos electorales.
Uno de ellos es el principio de mayoría relativa.
Esto es, no importa –desde el punto de vista formal- cuantos votos se emiten en las urnas y tampoco es relevante cuantos de ellos son anulados por los electores, en forma consciente o inconsciente.
Al final de cuentas, lo que importa y, es evaluado por los escrutadores en las mesas receptoras de votos, son los sufragios emitidos en forma correcta, para ser computados a los distintos partidos y candidatos.
Las elecciones del pasado domingo presentaron de nueva cuenta dos fenómenos que se han tornado recurrentes en los comicios: una alta abstención acompañada de diferencias pequeñas entre el primero y segundo lugar, y finalmente, una alta tasa de votos nulos.
La combinación de estos elementos genera un problema de gobernabilidad y una prueba de fuego para el sistema electoral, que al menos en este caso, fue superada por la calidad implementada en los procesos, refinada a lo largo de 29 años de existencia del órgano electoral federal.
Una solución adecuada al conflicto es el conteo voto por voto cuando la diferencia entre el candidato perdedor y el ganador es menor al uno por ciento en el distrito, a través de mesas de trabajo integradas por representantes de partido y consejeros distritales; la otra solución es el reconteo de votos en casilla cuando los nulos son superiores a esa diferencia de candidatos.
De esta forma, en Chihuahua la alta competencia llevó a instrumentar estos procedimientos, el primero en los distritos 03 y 05 y el segundo, en el distrito 06. En la normalidad se contaron de nueva cuenta votos y los funcionarios de casilla pasaron la prueba sin mayor problema.
El asunto esta en que formalmente todo esta solucionado y serán escasas las impugnaciones que llegarán al tribunal electoral, ya no se diga en Chihuahua, sino a nivel nacional.
La cuestión es que la abstención y el voto nulo son reacciones de hartazgo al sistema ya no solo electoral, sino político.
Debe rescatarse la actividad política del nivel tan bajo de credibidilidad en que se encuentra.
Es cierto que el principio de mayoría relativa permite que un solo voto sea suficiente para declarar ganador y que los partidos y candidatos deben acatar el dictamen ciudadano, sin embargo, sociedad e instituciones debemos participar en el fortalecimiento de la democracia: darle contenido y discusión a las campañas; evitar la guerra sucia; generar mecanismos de comunicación ciudadano-candidato; señalar el dolo en las promesas de campaña, entre otras cosas.
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