Las elecciones del pasado domingo constituyeron en los hechos un auténtico referéndum.
Los ciudadanos sancionaron el gobierno de Felipe Calderón y sus políticas públicas, con una calificación muy baja, en relación al antecedente comicial anterior.
Pensar en estos comicios como una simple elección intermedia que renueva la cámara baja, conservando los tres principales partidos una porción del poder, fortaleciendo los equilibrios y contrapesos es muy simplista y funcional.
Es cierto que PRI, PRD y PAN conservan en términos generales el mismo número de diputados, con excepción del segundo que tuvo una merma importante, pero lo relevante es que por primera vez en algunas legislaturas, estamos en la posibilidad de tener un partido con mayoría absoluta, esto es, más de la mitad de las curules en un mismo signo.
¿Habrán pensado realmente los electores que le estaban entregando a un partido político la posibilidad de modificar leyes sin el concurso de ningún otro instituto político? Probablemente no fue una posición racional en todos los casos, pero en el subconsciente colectivo pudo privar la idea de un cogobierno, ya no solo en los hechos, sino desde el punto de vista legal.
El Partido Revolucionario Institucional ha asumido una posición de acompañamiento a los presidentes panistas, sacando adelante reformas y presupuestos, en una institucionalidad que no pocos han criticado.
Fueron ellos, los priístas, quienes permitieron que Felipe Calderón rindiera protesta en medio del tumulto y la violencia camaral. Esta posición de Estado es un elemento que resalta comúnmente Beatriz Paredes.
Tocará primero a los consejos distritales entregar constancias de mayoría a los diputados electos por dicho principio y posteriormente, al consejo general, realizar la distribución de diputaciones por el principio de la representación proporcional.
Sabremos pues en una semana la cantidad exacta de legisladores de cada partido, aunque sea en forma preliminar, en espera de que el tribunal electoral resuelva las impugnaciones que en su caso se presenten, y que no serán pocas en función de la escasa distancia entre los primeros y los segundos lugares, y el cinco por ciento de votos nulos nacional.
Efectuado este procedimiento, sabremos si se confirma la mayoría absoluta del PRI en la cámara de diputados, en una llamada de atención al gobierno federal y a su partido, que no al presidente, quien en lo personal, en forma paradójica, conserva elevados niveles de aceptación y popularidad.
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