Los adictos que cometan delitos bajo el influjo de drogas serán enviados a centros de rehabilitación, en un plan piloto para Nuevo León, bajo un acuerdo entre los Estados Unidos y México.
Estos delincuentes serían juzgados en cortes de drogas, órganos especializados diseñados a imagen y semejanza de lo que ocurre en la Unión Americana, según anunciaron en forma conjunta Gil Kerlikowske y Eduardo Medina Mora, zar antidrogas norteamericano y Procurador General de la República.
El anuncio genera muchas expectativas. El problema es que las cortes no se darán abasto.
Según cálculos conservadores de la Organización Mundial de la Salud (2000), existen en el mundo unos 450 millones de adictos a la Heroína, cocaína, alucinógenos, anfetaminas, marihuana y sedantes.
En México habría hasta el 2002 unos 203 mil adictos a drogas; en seis años la cifra habría crecido hasta 361 mil, de acuerdo a informes del Consejo Nacional contra las adicciones.
Este mismo consejo realizó una encuesta en la Universidad Nacional Autónoma de México, en sus diversas facultades. Los estudiantes que reportan haber utilizado “alguna vez en su vida” drogas son: alcohol (86.6), Tabaco (72.8); Mariguana (14.9); Tranquilizantes (6.0); Anfetaminas (4.8); Inhalables (3.5), entre otras.
Las cifras se vuelven escandalosas cuando la encuesta se efectúa en hogares: del total de la población del país entre los 12 y 65 años de edad, el 5.03% ha usado drogas alguna vez en su vida, lo que equivale a 3 millones 508 mil 641 personas, al 2002.
Efectivamente, el combate integral al narcotráfico tiene que contemplar esquemas de rehabilitación para consumidores de drogas, solo que parece contradictorio, que por un lado se trata de reducir el consumo vía estas medidas correctivas, y por el otro, parece que se alienta, con la reciente ley contra el narcomenudeo, donde se incrementan las dosis que los adictos pueden tener en posesión para consumo propio.
De nada servirá invertir una fuerte cantidad de recursos para tratar de rescatar a esas tres millones de personas adictas, si al final de cuentas la ley se vuelve mas laxa y permisiva, abriendo una nueva puerta al narcomenudeo, al cual pretende atacar.
Se esperaría de la nueva legislatura una revisión a dichas reformas, en una visión integral, que genere esquemas dignos de rehabilitación, pero que sancione la posesión de drogas en forma auténtica y no simulada.
Ahora bien, no parece ser el modelo norteamericano el mejor ejemplo a seguir, en materia de combate al narcotráfico y rehabilitación de adictos, al constituir el principal mercado para los grupos criminales, en una sociedad permisiva hacia los excesos en el uso de drogas.
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