¿Cuáles fueron los motivos que orillaron a Maurilio Ochoa a votar en contra del paquete económico que impone aumentos a las contribuciones, en medio de una de las peores crisis que México y el mundo han padecido?
La verdad, lo desconozco, pero sin duda, fue una decisión valiente por varias razones.
Maurilio Ochoa tuvo que sopesar con su voto la lealtad al Partido Revolucionario Institucional, en términos generales, y en particular, a la bancada por Chihuahua.
El legislador, de los nueve diputados federales recién estrenados por la entidad, fue el único que se opuso a los nuevos incrementos, los emblemáticos IVA e ISR.
Seguramente Maurilio esta convencido de que el mejor o mayor servicio que le puede hacer a su partido es oponerse al aumento de contribuciones, bajo el argumento –cierto- de que el ejecutivo federal se cerró para encontrar alternativas distintas al cómodo resolutivo de incrementar impuestos.
Esa cierto. Como ocurrió con el aumento del Impuesto al Valor Agregado del diez al quince por ciento, cuando el Revolucionario Institucional cargó con todo el peso de la decisión, que le permitió a los subsecuentes gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón administrar con menores contratiempos, ahora el Partido Acción Nacional no quiso cargar con la responsabilidad.
Se esperaba, en este escenario, que el PRI asumiera de nueva cuenta la responsabilidad histórica, pero en este caso de enmendarle la plana al ejecutivo federal en forma total y completa, y no parcial, como ocurrió con las modificaciones superficiales a la ley de ingresos, aún cuando tenía las herramientas legislativas para hacerlo.
No se trataba de obstaculizar la marcha de la administración pública federal: se trataba de recuperar la esencia del estado mexicano, en sus características sustanciales de profundo compromiso social: de entender al estado como rector e impulsor del desarrollo: un estado que asume las funciones elementales para vivir en sociedad, dejando el resto en los particulares: un estado moderno, eficiente, con un mínimo de gasto corriente: un estado que en lugar de pedir más dinero encuentra mecanismos para reducir sus gastos.
Probablemente Maurilio comprendió esto y actuó en consecuencia, con los riesgos políticos que implica. ¿Es el mal menor lo que se aprobó por los diputados y senadores o existía otra alternativa? Creo, como Maurilio, que la existía.
La cuestión es que autorizados los nuevos impuestos, seguramente quedará para mejores oportunidades un real federalismo en la distribución de los recursos: de nueva cuenta el gobierno central se queda con los impuestos, y las migajas van a los Estados y Municipios; la base de contribuyentes será menor y la economía subterránea se fortalecerá; y finalmente, se ahogará el esfuerzo y la creatividad de los profesionistas que deberán aportarle al gobierno el 30 por ciento de sus ingresos vía ISR.
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