La prostitución es uno de los grandes negocios del crimen organizado en el mundo, con la diversificación de actividades tras el estrangulamiento del narcotráfico a través de la vigilancia policial y financiera, que en diversos grados de efectividad se despliega en los diversos países.
El combate al trato de blancas, como se le llama en el argot periodístico al tráfico sexual, debe ser prioridad de los Estados nacionales y no dejarse como una materia de combate a nivel local o regional, precisamente por la intervención organizada de la delincuencia en su despliegue.
Ya no estamos frente al tráfico sexual del individuo que explota a una o varias mujeres, sino de una actividad estructurada como una auténtica organización, que prevé desde las instalaciones físicas, comunicaciones, cartera de clientes, negocios adyacentes, etc., por medio de cual se consiguen grandes ganancias.
Inclusive, la actividad utiliza a los medios de comunicación masiva para promover sus servicios. Televisa hoy dedicó grandes espacios en cadena nacional a insistir sobre la incongruencia de grandes cadenas periodísticas, que por un lado denuncian la prostitución y la ausencia de valores, como el respeto a la dignidad humana, y por el otro dedican grandes cantidades de planas donde promueven el comercio sexual.
El periodismo amarillista encuentra en la prostitución, casas de masajes y casas de juego, la ocasión de obtener ingresos. Pero no es la única forma de hacerlo: la otra es comerciar con la foto de horror en primeras planas, donde a color se presentan los crímenes diarios de una ola inédita de violencia que convulsiona a nuestro país.
Es cierto: pretender la censura previa o posterior a la publicación de información, con el fin de prohibir la difusión de información que constituya apología al delito, como es la prostitución, o bien, la publicación de crímenes que por lo regular son mensajes de grupos de la delincuencia organizada, puede constituir una violación a la libertad de expresión y del ejercicio periodístico libre.
El problema estriba en que el público lector busca saciar el morbo adquiriendo dichas publicaciones y creando un mercado comercial apetecible. Si no hubiese público lector, comprador de las publicaciones, no existirían éstas.
Ahora bien, el papel del periodismo en una sociedad democrática debe alentar el control de los abusos de poder y la libre circulación de la información, incluyendo toda clase de pensamientos. Bajo ese esquema no es posible regular a los medios. Incluso, debe aceptarse, que es preferible que se cometan abusos.
La solución es la autoregulación: que desde el punto de vista ético los medios de comunicación reflexionemos acerca del papel que desempeñamos en la formación de opinión pública y en la construcción de valores comunitarios, como la dignidad, la igualdad, la colaboración, la solidaridad, la humanidad: promover la prostitución, es obvio, no encaja en ninguno de esos valores. Al final, en un esquema de libertad, la decisión es del periodista y del lector: el problema es que condenamos a niños, jóvenes y adultos a enfrentar un mundo hostil, violento y perverso, cuando carecen de los elementos mínimos de autodefensa: ellos caen inertes ante el bombardeo mediático y social.
¿Será que merecemos ese tipo de periodismo?
Me parece que no.
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