Los partidos políticos son instrumentos ciudadanos en la renovación periódica del poder. Su nombre lo dice todo: se llaman partidos porque representan una parte de los intereses de la sociedad o una porción ideológica de la misma.
En los primeros se encuentran, por ejemplo, los partidos de gremio que obedecen a los intereses de algún sector. En el caso de México podría decirse que el Partido Nueva Alianza es un partido gremial, porque representa a los maestros, aún y cuando formalmente no se reconozca. En los segundos, están los partidos de derecha –PAN-, izquierda –PRD- o centro –PRI-.
Es natural a los partidos que estos obedezcan a diversos intereses o ideologías. Lo antinatural es que representen todos o algunos de ellos lo mismo, porque en una democracia el distintivo es la competencia electoral, o sea, la disputa por el poder, mediante una oferta variada al electorado.
Cuando esa oferta se elimina o acaba, la competencia electoral se convierte en una farsa, eliminándose el juego democrático. Esa oferta puede ser manipulada no solo empatando los intereses o ideologías, sino recluyéndolas en el baúl de los recuerdos, y recurriendo al más puro pragmatismo para obtener el poder con el único afán de su ejercicio, en busca de eliminar a los contrincantes electorales.
Hay partidos que entre sí tienen diferencias pequeñas en sus intereses o ideologías: pueden enarbolar un mismo esquema económico, político y social. Por lo tanto, cuando se unen para competir es muy difícil que la sociedad se diga engañada, porque al final de cuentas, son tantas las similitudes que se encuentra un tanto natural que caminen juntos en la justa electoral.
El problema es cuando las ideologías son tan distantes que mediante un simple pragmatismo los partidos se coaligan o unen en busca del poder, con una plataforma electoral que obedece exclusivamente a la administración con acento en un uso democrático, eficiente e incluyente del poder.
La cuestión es que desde la óptica de derecha, izquierda o centro, la acepción gobierno con esas características es distinta, y en no pocas ocasiones encontrada. Además, la experiencia indica que se gobierna y administra con los afines, en un sistema presidencial que abarca los esquemas estatales y municipales, y que requiere necesariamente unidad de mando y subordinación jerárquica desde la cúspide de la unidad administrativa.
¿Cómo evitar la parálisis en una administración donde los secretarios obedecen a una línea ideológica o de intereses distinta? Eso habrá que verlo en los gobiernos de Sinaloa, Oaxaca y Puebla, grandes laboratorios del ejercicio pragmático de gobierno.
Mientras la candidatura común es sumamente flexible en lo ideológico, la coalición cierra la plataforma al obligar a presentar una sola, por lo cual si la intención es meter al orden a los partidos políticos en sus ofertas al electorado, esta última parece la mejor solución.
Claro, la coalición presenta otro elemento de rigidez, que los partidos coaligados aparecen en un solo logotipo en las boletas electorales, en el sitio que ocupa el partido más antiguo, y no con todos sus logotipos, donde tienen la ventaja de la sumatorias de sus votos duros.
La coalición implica un mayor esfuerzo de difusión y convencimiento, mientras la candidatura común es un esquema más cómodo.
La pregunta es si los ciudadanos merecen un mayor esfuerzo de los partidos en la contienda electoral o necesitan la reducción de candados, independientemente del factor real de poder que permite a las mayorías imponer legislaciones que permiten una mejor plataforma en la contienda.
Al final el argumento es válido: existiendo en el país diversos formatos de competencia, unos que permiten solo la coalición, otros una coalición matizada con elementos de candidatura común –como el sistema electoral federal- y unos más que contemplan solo la candidatura común, es bien difícil que la sala superior puede encontrar un elemento restrictivo de la contienda democrática en el Estado de México, a raíz de la reforma, sin aceptar la facultad legislativa autónoma de la esfera estatal en la materia, cumpliendo con los mínimos garantes de la equidad en la competencia electoral, como parece que está ocurriendo.
De fondo, claro, la competencia por el poder, el antecedente 2010, para brincar 2011 y posicionarse en 2012.
EN EL TABLERO…Mis más sinceras condolencias a la familia del señor ministro José de Jesús Gudiño Pelayo, por su fallecimiento en días pasados…Conocí al maestro Gudiño hace algunos años, en 2004 para ser exactos, gracias a la intervención de la Doctora en Derecho y actual Consejera del IFE doña Macarita Elizondo Gasperín; me visitó en cabina en Radio Universidad para el programa de radio de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua…De una charla amable y profunda, conversamos acerca de todo y de nada…Descanse en paz…
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