Podrá decirse que el presidente Calderón se equivocó en diversos momentos durante la reunión con Sicilia y el resto de dirigentes de la sociedad civil, pero no lo hizo al asumir una interlocución ciudadana que lo legitime en sus propuestas frente a un Congreso que encontrará resistente a sus posiciones. Pareciera que el poeta le hizo un gran favor.
Es cierto, coincido en que se equivoca al pretender censurar al Poder Judicial de la Federación por la aplicación del debido proceso en beneficio del exalcalde de Tijuana, Jorge Hank Rhon. Deslizar que son los jueces quienes, para evitar entrar al fondo de los asuntos, utilizan tecnicismos legales representa una barbaridad: es la aplicación de las garantías que todo ciudadano tiene, y que no pueden ser atropelladas por ninguna autoridad. Calderón no debe molestarse porque procedió la suspensión contra el acto de molestia y privación de la libertad.
Enviar este mensaje desde la presidencia de la república es muy delicado, pero aún más, asumir veladamente que hay corrupción en el Poder Judicial sin acreditar que ha actuado desde sus diversas vías para impulsar procedimientos que sancionen a dichos servidores públicos, es decir, simplemente manifestarlo sin más, es un asunto de gran atrevimiento, cuando la sociedad no espera de él las grandes consideraciones discursivas, sino las acciones que protejan auténticamente la vida, integridad y patrimonio de los ciudadanos.
Sí él tiene elementos que acuda ante el Consejo de la Judicatura o intente un desafuero, lo demás es simple histrionismo, que además tensa la relación con el sistema judicial nacional, uno de los ejes torales en la política de persecución y sanción de los delitos, clave para evitar la impunidad que auspicia el aire de intocabilidad del delincuente.
Suponer o manifestar con base en dimes y diretes no es el papel de la autoridad; le toca, si recibe una denuncia, propiciar el esclarecimiento y sanción de los hechos, no asumir una posición desde la cual parece olvidársele que sobre sus espaldas recae la alta responsabilidad del gobierno federal.
Estas afirmaciones forman parte del encuentro entre el gabinete de seguridad, encabezado por el mandatario nacional, y representantes de organizaciones civiles, donde destaca Javier Sicilia, transmitido en cadena nacional y reproducido a nivel nacional e internacional.
Calderón, en lo que pretendió ser una hábil jugada mercadológica, buscó aprovechar el movimiento ciudadano para ofrecer una visión democrática y tolerante: un presidente que se sienta a la mesa, tú a tú, con ciudadanos de a pie, que enfrentan la tragedia de haber perdido a un familiar, y que tiene la capacidad de autocastigarse, pedir perdón y asumir la responsabilidad histórica por la decisión.
La cuestión es que no es creíble o auténtica una postura, matizada de histrionismo, que al día siguiente se olvida y el presidente justifica la actuación de su administración en su estrategia, mientras Santa Catarina ve caer al jefe de la policía municipal asesinado en su propio despacho y en Chihuahua suman seis muertos en unas cuantas semanas entre las filas de la dirección de seguridad pública municipal, y aún así se pretende descargar en los municipios la tarea de combatir narcomenudeo.
No se cuestiona que la federación aplique la ley en contra de los traficantes de droga o los secuestradores o extorsionadores, lo que se pone en tela de duda son los procedimientos y su efectividad. El punto clave es el dinero, la financiación, el trasiego de dinero sucio que alimenta todos los días el crimen.
Hábil, el presidente establece una mesa con los representantes de las organizaciones, capitalizando su estatus moral como cabeza de un amplio sector indignado, pretendiendo darle la vuelta a los legisladores, en una jugada que busca legitimar su actuación y propuestas, le dice al Congreso: antes de ir contigo, purificó mis propuestas y te ato de manos: me convierto en el gran legislador, con una ventaja: propongo cuestiones inviables, provocando el rechazo del Congreso en lo que puede ser una jugada de tres bandas con miras al 2012.
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