Una de las características fundamentales e irrenunciables, que otorgan fortaleza a los medios de comunicación, es la independencia frente a los poderes públicos y fácticos.
Esta autonomía le permite al medio de comunicación publicar información de interés para los lectores, bajo una visión paralela de protección al interés público, en este caso, la correcta marcha de los asuntos de la administración pública, un adecuado y proporcional equilibrio del mercado, y el mejor desempeño de la vida social, política y económica.
Se protege el interés del lector alertando de situaciones que pudieran constituir desvíos en el ejercicio del poder público, o bien, abusos por parte de los factores reales de poder. El medio de comunicación tiene libertad para publicar esa información, convirtiéndose en un contrapeso real. Claro, esto ocurre solo cuando goza de esa independencia, una autentica independencia basada en su capacidad diversificada de sostener su funcionamiento.
Esa autonomía e independencia no es gratuita. Surge de una adecuada mezcla de publicidad -amén de los diversos negocios editoriales que puede realizar un medio de comunicación como la maquila de productos diversos de comunicación a través de su rotativa e imprenta, así como la diversificación de su actividad publicitaria-. Es decir, requiere planeación y trabajo, pero sobre todo, una visión equilibrada de las fuentes de ingreso.
La publicidad oficial, comercial, social o política, no puede, por si misma, una sola de ellas, convertirse en el principal sustento económico del medio de comunicación. El monopolio de cualquiera de estas formas de ingreso publicitario elimina, de entrada, cualquier posibilidad de independencia en la construcción de contenidos.
La lógica -y el campo empírico lo demuestran- es que la dependencia económica de una sola fuente de ingresos condena al medio de comunicación a la asunción de una política editorial consecuente y omisa. Consecuente, porque difunde la información que el poder público o fáctico le solicita, y omisa, porque desatiende su papel fundamental como contrapeso de los abusos del poder.
La mezcla de publicidad, equilibrada, le permite al medio de comunicación cumplir a cabalidad con su función, porque debe atender los diversos intereses de sus lectores y anunciantes, con lo cual se genera un equilibrio en el manejo de la información que le permite independencia.
Incluso, frente a presiones por su contenido, puede y debe prescindir de cualquiera de sus anunciantes sin riesgo algo de sobrevivencia, ya que su rica gama de ingresos le permite seguir funcionando como empresa.
Un medio de comunicación fortalece y acrecienta su autonomía en la medida en que persigue esa mezcla plural publicitaria. La diversifica en sus diversas posibilidades, tanto en el sector público, como en el sector comercial, social o político. Es decir, la mezcla debe ser absoluta: debe buscar una diversificación plena y no superficial. Ese es el reto, en busca de construir el mejor andamiaje publicitario.
De no conseguirlo, el medio de comunicación se condena a la vida efímera de los aliados públicos, fácticos o comerciales, y a asumir una posición de propagandista coyuntural, que poco aporta al fortalecimiento de una posición crítica de la opinión pública.
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