Terrible y oprobioso: la oleada de muerte contra comunicadores no se detiene: Javier Valdez en Sinaloa y Jonathan Rodríguez en Guadalajara, son asesinados ante la impunidad total.
Las agresiones directas contra periodistas, comunicadores y medios de comunicación, no son las únicas formas en las que se trata de acallar la libre expresión de las ideas.
El sistema político, en su vertiente formal y fáctica, ha encontrado formas sutiles en busca de colocar una mordaza en medios de comunicación.
Se trata, a través de estas acciones, de controlar y manipular contenidos con la finalidad de obtener propaganda acorde con sus fines.
Los medios de comunicación, constructores de opinión pública, se convierten en instrumentos para fortalecer y ampliar el poder que el sistema político ejerce.
El medio de comunicación presenta información que la población encuentra verídica, creíble: la audiencia se forma opinión.
Con los medios indirectos de censura, el sistema político imperante se asegura que esa opinión edificada le será favorable, o al menos, indiferente, a sus propósitos de dominación.
Por ello, en su principio quinto, la Declaración de Chapultepec alerta acerca de diversos mecanismos de censura adoptados por dichos poderes formales y fácticos.
Entre ellos señala directamente la censura previa, las restricciones a la circulación de los medios o a la divulgación de sus mensajes, la imposición arbitraria de información, la creación de obstáculos al libre flujo informativo y las limitaciones al libre ejercicio y movilización de los periodistas.
Para los firmantes de la Declaración Chapultepec, y para un observador objetivo, estas acciones por supuesto que constituyen una oposición directa a la libertad de prensa.
La censura previa son los intentos de los comunicadores sociales y operadores políticos que buscan matizar o evitar la publicación de información: antaño un personaje oficial revisaba las planas de los periódicos antes de su impresión.
Hoy no les es permitido a dichos operadores presionar a un medio de comunicación con dicho objeto. Buscar el equilibrio informativo e incluso el derecho de réplica es otra cosa: fortalece el ejercicio periodístico.
Ahora bien, ¿la censura tendrá que ser directa, inmediata, burda, para que sea censura? ¿o, cuando es sutil, también lo es? Elimino o restrinjo la pauta publicitaria. Mando mensajes indirectos de que dicha información no debe aparecer. Envío agentes policíacos a realizar rondines por la casa editora o el domicilio del comunicador. Amenazo con retirar la concesión. Hay mil maneras de ejercer presión sobre el medio de comunicación y el periodista. Todas ellas están prohibidas.
Sin embargo, en mayor o menor grado continúan ejerciéndose.
Por ejemplo, la imposición arbitraria de información. Bajo el señuelo de publicidad, de un contrato en revisión, de mejores condiciones de pauta, se presiona a los comunicadores y los medios de comunicación desde la esfera oficial y privada: en tanto se recibe la publicidad, los medios deben publicar información de propaganda oficial: los comunicados de prensa son prolijos en busca de divulgar una versión oficial de que nada ocurre y todo está bien.
Otra forma de ataque indirecto es bloquear el flujo informativo y limitar el ejercicio periodístico.
Se eliminan las entrevistas como instrumento para obtener información: los funcionarios no están dispuestos a ser cuestionados. Las ruedas de prensa se convierten en mecanismos unidireccionales de información: el único que tiene voz es el funcionario en turno y el periodista calla y escribe.
La transparencia se transforma en un mecanismo de opacidad, que salvaguarda los secretos de la administración pública: las solicitudes se niegan, o la información se entrega a medias, se contesta con evasivas o información inútil.
Se evita que los periodistas realicen coberturas periodísticas: se les amedrenta en la escena del crimen: hay un discurso de odio en las vocerías que acusan parcialidad o ausencia de objetividad en la información.
En fin, se olvida que no importa si son medios directos o indirectos los que obstaculizan la libre expresión de las ideas, todos ellos son tipos de censura, que vulneran la actividad periodística, y con ello, se socava un elemento indispensable del estado democrático moderno: la pluralidad y el pensamiento crítico.
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