La desesperación y reclamos de Javier Sicilia son entendibles y plausibles. Es antinatural que los padres perdamos a nuestros hijos, porque el dolor es inmenso, más aún de forma violenta, anti racional, inhumana, como está ocurriendo en el marco de una violencia inédita.
En el fondo, nadie puede estar en desacuerdo con el poeta: el Estado mexicano debe reestructurarse con la finalidad de atacar de manera efectiva al sector de la sociedad que se encuentra gangrenado y que amenaza con avanzar en el deterioro aún más profundo de los valores elementales del ser humano, desprovisto de los cuales, el delincuente no tiene límite alguno en sus fechorías.
Es cierto, la sociedad debe recuperar su espacio como controladora del poder público, asumiendo una posición activa con instrumentos ciudadanos como el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular, la afirmativa ficta, la iniciativa ciudadana y la revocación de mandato, entre otras, como la candidatura común.
La cuestión es que se trata de un proceso lento y gradual, que debe ser tomado con reserva en un entorno donde la misma sociedad, ya no se diga el Estado mexicano, esta vulnerada.
De acuerdo con Jean-François de Gayraud, quien escribió acerca de la geopolítica del crimen organizado, éste es de tal manera intrusivo que puede lograr el involucramiento, ya no solo directo, sino indirecto, del diez por ciento de la población.
Es muy difícil desconfiar de la afirmación del autor francés, cuando vemos manifestaciones populares impulsadas desde el crimen organizado en ciertas ciudades del norte del país, como Monterrey, donde se ha llegado al extremo de utilizar pancartas y bloquear calles.
El crimen organizado ha diversificado sus operaciones con base en la competitividad que le otorga el narcotráfico, trata de blancas, extorsiones, secuestros, tráfico de armas y personas, a grado tal que acumula una gran riqueza que le permite lavar cerca de 40 mil millones de dólares al año.
Ese dinero, una parte por supuesto, se derrama en los sectores de la sociedad en transacciones de bienes muebles e inmuebles y prestadores de servicios, sin que la autoridad federal tenga un plan integral para atacar esta conducta social ilícita, hasta hace unos días que el senado aprobó una reforma que espera ratificación en la cámara de diputados del Congreso de la Unión.
No solo estamos hablando de grandes transacciones de dinero, como la inversión en negocios multimillonarios, sino el dinero que reciben las familias donde alguno de los integrantes tiene alguna relación con el crimen.
Entonces, el asunto tiene en el fondo un aspecto moral más que policiaco. Esto es: no es suficiente que la policía hurgue en las cuentas bancarias o fiduciarias, si la micro-corrupción carcome una de las principales fortalezas de las comunidades democráticas, que es la sociedad valiente y solidaria, pero sobre todo honesta.
¿Debemos caminar en el sentido que propone Sicilia? Creo que sí, pero de manera responsable y gradual. Con una sociedad que se retira de las urnas y tiene un desinterés y desgano por lo público, es muy complicado. Abrir demasiado la puerta es permitir el ingreso de más dinero sucio a la política a través de la figura de candidatos independientes.
Los delincuentes no surgen de la nada. Derivan de una sociedad profundamente deteriorada, confundida, sin una perspectiva de avance, en cinturones de miseria, sin servicios, habitantes de favelas mexicanas, ignoradas y olvidadas, en un mundo globalizado, sujeto a las políticas neoliberales inhumanas, que privilegian el consumo desmedido en beneficio de los dueños del salvaje mercado económico.
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